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El Peloponeso es un destino rico en historia y paisajes que puedes visitar en cualquier temporada. Destinos de auténtica belleza natural, con características que los distinguen, te reciben con los brazos abiertos durante todo el año: Mesenia, Elafónisos, Monemvasía, Mani, Porto Jeli, Kalávrita y Nauplia. Esta es la tierra de la antigua Esparta, hogar del olivar sagrado y lugar de nacimiento de los Juegos Olímpicos. Guerra, paz y cultura saturan las ciudades y los campos de una de las regiones más bellas de la Grecia continental. Aquí, el paisaje está salpicado de monumentos antiguos, entre ellos el antiguo teatro de Epidauro y su vecino, el santuario de Asclepio (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO).
El Peloponeso es un festival de contrastes: majestuosas montañas abrazadas por una espectacular costa dorada de playas interminables y calas exóticas. Los viajeros por carretera nunca se cansarán de las carreteras sinuosas que desaparecen en el horizonte (donde el mar y el cielo se convierten en uno), ni de los paisajes impolutos, ni de las aguas multicolor y ni de los fértiles valles.
Sus pueblos, tanto costeros como alpinos, te encantarán con sus tradiciones ancestrales y comida excepcional. Serás transportado a otra época cuando visites los monumentos antiguos y los resplandecientes castillos medievales erigidos por venecianos y bizantinos. Luego, disfrutarás de un merecido descanso en una villa tradicional para huéspedes en una aldea totalmente de piedra.
La costa del Peloponeso esconde espectaculares playas de arena y aguas cristalinas. Entre las merecedoras de premios se encuentran las exóticas Elafónisos y Voidokoiliá en Mesenia. Otras playas notables son las de Kardamili y el golfo de Mesenia, así como las de Porto Jeli y Viejo Epidauro.
En el Peloponeso experimentarás la grandeza de la antigua Grecia. Te quedarás boquiabierto ante la imponencia de la antigua Olimpia, el lugar de nacimiento de los Juegos Olímpicos. Recorrerás la "rica en oro" Micenas de Homero. Descubrirás el templo de Apolo Epicurio en Basas (Bassae), declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y diseñado por Ictino, el mismo arquitecto que construyó el Partenón. El Peloponeso es una lección en vivo y directo de arquitectura medieval y bizantina, lo cual se pone de manifiesto en el bien conservado castillo de Mistrá (Esparta) y en los castillos de Metone y Pilos.
El Sendero Europeo de Gran Recorrido E4 pasa por aquí y hay docenas de otros senderos señalizados en cada área, especialmente en el monte Taigeto. Los más valerosos seguramente querrán ir al parque de escalada en Lagada.
El Peloponeso es mundialmente famoso por el aceite de oliva y las aceitunas Kalamata, pero la dulce fragancia de los naranjos en Esparta y Argos te acompañará para siempre. Descubrirás los vinos de Nemea y Mantineia, así como el famoso Malvasía de Monemvasía, el vino dulce regional, denominado "el néctar de los nobles". Combínalo con la pasta casera local llamada goges (una especie de ñoquis a base de harina), la eliotyropita de Mani (tarta de queso y olivas) o el tyropsomo (pan de queso) de Neápolis.
Arcadia es conocida por sus hilopitas hechas a mano (un tipo de fideos) y trahana (pasta rústica), que se venden en tiendas junto con otros productos tradicionales, entre ellos la miel, las castañas y las deliciosas berenjenas sin semillas de la región, conocidas como tsakonianas. No puedes irte de Mani sin haber probado las carnes y salchichas curadas y las diversas recetas con alcachofas, un vegetal producido localmente en grandes cantidades, al igual que los frijoles y las plantas comestibles silvestres. Cerrarás con broche de oro tus comidas con los dulces locales del Peloponeso, tales como las diples (finas láminas de masa frita), la pastelia (sésamo con miel) y el rafiolia (hojaldre relleno de nueces). En Corinto, prueba el dulce almibarado hecho con agua de rosas y las famosas pasas y grosellas corintias.